domingo, 27 de mayo de 2012

ANTONIO MACHADO

Estos versos salvaron la vida a Machado

Se cumple un siglo de la edición de 'Campos de Castilla: un poemario reseñado en su día por Azorín, Ortega y Unamuno y cuya conciencia crítica conserva toda su vigencia


"Cuando perdí a mi mujer pensé pegarme un tiro. El éxito de mi libro me salvó, y no por vanidad, ¡bien lo sabe Dios!, sino porque pensé que si había en mí una fuerza útil, no tenía derecho a aniquilarla". La carta que a finales de 1912 Antonio Machado envió a Juan Ramón Jiménez retrata bien la borrasca vital que estaba atravesando el primero. En la primavera de ese año —nueve después de publicar Soledades— había aparecido su segundo libro de poemas: Campos de Castilla. Si el primero le había conseguido más prestigio que lectores, el nuevo fue un éxito desde el principio: con una primera tirada de 2.300 ejemplares —más optimista incluso que las que se hacen hoy—, el poemario fue reseñado en España y América por críticos como Unamuno, Azorín y Ortega. Superado el simbolismo modernista, llegaba la hora de la Historia, la poesía como "palabra en el tiempo". El lirismo intimista daba paso a la conciencia crítica: solo el racionalismo europeo podía atajar la beata ignorancia española. "Castilla miserable, ayer dominadora, / envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora", dicen unos versos en los que solo una lectura superficial podría ver, siguiendo el tópico noventayochista, una exaltación de los valores de ninguna patria.
La cruz de la moneda fue, en las mismas fechas, la salud de su mujer, Leonor Izquierdo, enferma de tuberculosis. El poeta y la muchacha —el episodio ya forma parte de la crónica rosa de la literatura— se habían casado cuando él tenía 34 años y ella, 15. Fue en 1909, en Soria, la ciudad en la que Machado enseñaba francés desde dos años antes mientras vivía en la pensión regentada por la madre de la novia. En 1911, durante un viaje a París, Leonor vomita sangre y la pareja vuelve a España gracias a "250 o 300 francos" que les adelanta Rubén Darío. A las 10 de la noche del 1 de agosto de 1912, Leonor muere. “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar", se lamentó el escritor en un celebérrimo poema que terminaría formando parte de las nuevas ediciones de Campos de Castilla.
Retrato de Machado. / A. CARBONELL
Abatido, Machado deja Soria y, con el nuevo curso, cambia su plaza de profesor al Instituto General y Técnico de Baeza. Allí escribe muchos de los poemas que convertirán la segunda edición de Campos de Castilla (1917) en otro libro casi, uno de los más influyentes de la literatura española del siglo XX. Desde el primer verso —"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla"— hasta el torpe aliño indumentario pasando por ser bueno (en el buen sentido de la palabra), distinguir las voces de los ecos, partir ligero de equipaje, la curva de ballesta del Duero o la España de charanga y pandereta, el poemario ha sido un semillero de expresiones para el habla popular, al que, de hecho, tanto debe. Si a ello se le añaden los proverbios y cantares —"caminante, no hay camino"— en la voz de Joan Manuel Serrat para su disco de 1969 o, más recientemente, la sombra de Caín en la de Robe Iniesta (Extremoduro), queda patente la vigencia de la obra de Antonio Machado. En los libros y en la calle.
"Machado es lo más parecido que tenemos en España a un poeta nacional", dice Luis García Montero, escritor y catedrático de literatura de la Universidad de Granada. "Sus versos están en el vocabulario común, a veces, incluso malinterpretados, porque cuando habla de las dos Españas en Campos de Castilla no se refiere a la izquierda y la derecha, sino a los conservadores y liberales que se alternaban en el poder durante la Restauración, un periodo de descrédito de la política en el que había una distancia abismal entre la España oficial y la real".
García Montero se dio a conocer como poeta en los años ochenta reivindicando un cambio de actitud estética resumido en una fórmula tomada de Machado: la otra sentimentalidad. Frente a la sensibilidad, que se cree abstracta y pura, se trataba de "asumir que los sentimientos son un producto histórico y que la indagación de la intimidad podía ser una labor tan cívica como el compromiso político".
Para los poetas más jóvenes de la democracia, Machado sirvió también como punto de unión con los de la generación del 50. El realismo crítico de Campos de Castilla y su muerte en el exilio después de atravesar la frontera francesa junto a los derrotados de la Guerra Civil convirtieron a Machado en un símbolo. Hasta el punto de que en 1959, vigésimo aniversario de su muerte, una visita a Collioure fue uno de los hitos promocionales de aquella generación de autores hoy clásicos. Para la foto del día posaron en el cementerio Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald. Este último es el único superviviente de la foto, privilegio que, dice, le parece "un dato más bien alarmante" y le produce una "ingrata sensación de pérdida". Pese a ser el menos realista, por barroco, de los poetas del grupo, Caballero Bonald recuerda el papel que la figura de Machado jugó para su generación: "Se convirtió para todos nosotros en el paradigma de una filosofía social y un enfoque crítico de la cultura que coincidía con el programa poético que entonces se intentaba movilizar". Su comportamiento, "sus limpias actitudes humanas y políticas, su figura intachable de defensor de la República, supusieron un punto de referencia ideológica tan oportuno como integrador". Cien años después de la aparición del libro que lo consagró se ha matizado mucho la disyuntiva entre simbolismo y realismo, pero Machado continúa siendo un ejemplo de decencia y la gente sigue usando sus versos como si fueran expresiones pulidas por los siglos. No hay mejor posteridad para un poeta.

El camino hacia una obra esencial

-Antonio Machado llegó a Soria con 32 años, en 1907, para ocupar una cátedra de francés de instituto. Ni siquiera era licenciado. No era obligatorio para presentarse a las oposiciones. Lo sería, en Filosofía, en 1918, con 43 años (el bachillerato lo había obtenido con 25).
-En 1909 se casó con su amor, Leonor Izquierdo. Con ella, y gracias a una beca de 250 pesetas de la Junta de Ampliación de Estudios, viajó a París y asistió a las conferencias del filósofo Henri Bergson.
-En 1910 adelantó en la revista La lectura Por tierras del Duero, luego incluido en Campos de Castilla. Ante la indignación de algunos sorianos por la negra visión que recogen sus versos, el poema terminó titulándose Por tierras de España.
-En 1912 publica Campos de Castilla. La segunda edición, muy ampliada y canónica hoy, aparecería dentro de sus Poesía completas en 1917. Las publicó la Residencia de Estudiantes, cuyo director de publicaciones era Juan Ramón Jiménez. El libro fue un éxito desde el principio: con una primera tirada de 2.300 ejemplares.

PREMIO ALFAGUARA 2012. LEOPOLDO BRIZUELA



1976. En Argentina anida un hecho real y tenebroso que será contado por un escritor de ficción en una novela.
1998. En España nace el premio literario que dará un nuevo futuro al autor que creará a aquel personaje de ficción.
2012. En Madrid y Buenos Aires la editorial celebra sus 15 años premiando aquella novela basada en hechos reales.
Es una obra que revive la historia de víctimas y verdugos en la época más oscura de Argentina, durante la dictadura militar, con vocación de purga y exorcismo y que ha obtenido el XV Premio Alfaguara de Novela 2012. Se titula Una misma noche y la escribe Leopoldo Brizuela (La Plata, Argentina, 1963) “Una obra escrita en la penumbra, desde los interiores de la intimidad cotidiana que refleja la sociedad. Un thriller existencial”, en palabras de Rosa Montero, presidenta del jurado, del que también formaron parte Montxo Armendáriz, Lluís Morral, Jürgen Dormagen, Antonio Orejudo y Pilar Reyes (con voz pero sin voto al ser la editora de Alfaguara). Para ellos, según el acta, el autor tiene un “estilo admirablemente contenido, que con economía expresiva consigue crear un texto perturbador e hipnótico”. El galardón, dotado con 133.306 euros, es otorgado a una obra inédita en castellano.
El anuncio se hizo ayer en una soleada tarde madrileña en la que los protagonistas, además del ganador, fueron la memoria y los números rodeados de preguntas como: ¿Qué tanta capacidad real tiene alguien para modificar los recuerdos? ¿Cuál es la responsabilidad civil en los regímenes totalitarios? ¿Dónde empieza la víctima y dónde el verdugo?
Leopoldo Brizuela envió el manuscrito bajo el título de La repetición. Y en él rinde homenaje a Charles Dickens, en el bicentenario de su nacimiento, al haber firmado la obra con el seudónimo de Pickwick, protagonista de la primera y magistral novela del autor británico, un anciano fundador del Club Pickwick que convoca a varios personajes donde cuentan sus peripecias.

Ganadores del premio

Caracol Beach de Eliseo Alberto, y Margarita, está linda la mar, de Sergio Ramírez (ambos ganadores de la primera edición, en 1998); Son de Mar, de Manuel Vicent (1999); Últimas noticias del paraíso, de Clara Sánchez (2000); La piel del cielo, de Elena Poniatowska (2001); El vuelo de la reina, de Tomás Eloy Martínez (2002); Diablo Guardián, de Xavier Velasco (2003); Delirio, de Laura Restrepo (2004); El turno del escriba, de Graciela Montes y Ema Wolf (2005); Abril rojo, de Santiago Roncagliolo (2006); Mira si yo te querré, de Luis Leante (2007); Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez (2008); El viajero del siglo, de Andrés Neuman (2009); El arte de la resurrección, de Hernán Rivera Letelier (2010), El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez (2011) y Una misma noche, de Leopoldo Brizuela (2012).
Ayer, ese club fue el Alfaguara, donde los invitados llegaron a un salón con 14 mesas, cada una con las portadas de las respectivas novelas premiadas junto a unos floreros con rosas blancas y rojas y liliums de colores. A su alrededor se sentaron directores de cine como Manuel Gutiérrez Aragón, filósofos como Javier Gomá o escritores como Luis Mateo Díez.
Aunque Brizuela es poco conocido en España, en 2010 publicó la novela Lisboa. Un melodrama (Alianza), y ese mismo año fue uno de los autores destacados en la Feria de Fráncfort, dónde Argentina era el país invitado. Otros títulos del ganador son la novela El placer de la cautiva (2001) y el libro de relatos Los que llegamos más lejos (2002). Además es traductor de autores como Henry James, Flannery O'Connor y Eudora Welty. Fue escritor residente del Banff Center For the Arts, Canadá; del International Writing Program de la Universidad de Iowa, y recibió el subsidio de la Fundación Gulbenkian de Lisboa para el estudio de la cultura portuguesa.
Memoria. La celebración de los 15 años y el anuncio del premio empezó con la emisión de un vídeo en el que varios de los escritores que han obtenido el Alfaguara y responsables de la editorial y del grupo PRISA (editor de EL PAÍS), evalúan la trayectoria de este galardón. Se recuperaron también unas imágenes en las que Jesús de Polanco, el fallecido fundador de Santillana y PRISA, afirmaba que “la literatura de España y América Latina están de espaldas unas a otras y con este premio buscamos dar esta fuerza enorme que tiene nuestra lengua común”. Una filosofía que ha continuado y que para Ignacio Polanco, presidente del grupo PRISA, ha servido para convertir el premio “en un referente de primer nivel en el mundo de la literatura en español. En el más internacional de los galardones en castellano”. Juan Cruz, editor de Alfaguara entonces, evocó la gestación del premio, en el que estuvo muy involucrada Isabel Polanco.
Tras la memoria del galardón llegó la memoria que guarda Una misma noche y su propio autor. Llegó la conexión en vIdeoconferencia con Buenos Aires, donde un Brizuela de traje oscuro y camisa blanca esperaba sonriente su intervención. Tras las felicitaciones y los piropos de los jurados, el escritor contó que la novela recrea un hecho que siempre conoció, con lo cual, al escribirlo, realidad y ficción se fundieron en uno solo. El autor hace una inmersión en el terrorismo de Estado de su país iniciado en 1976, con el golpe de la Junta Militar que gobernó hasta 1983. Brizuela ha creado como hilo conductor a un escritor en la cuarentena que vio de niño cómo en 1976 la casa de uno de sus vecinos era atacada por las fuerzas del orden. Tres décadas después, un hecho parecido en la misma casa le hace rememorar el pasado y el papel que desempeñó su padre en todo aquello. A partir de ahí, Brizuela levanta un mapa de una de la épocas más nefastas de la historia latinoamericana con una larga estela en la vida social, política, psicológica y cotidiana.
Números. La actual edición del Premio Alfaguara se puede condensar en seis números: 15, 785, 19, 400 millones, 22 y 8.
15 es el número de la edición, iniciada en 1998, y que ganaron el cubano Eliseo Alberto por Caracol beach y el nicaragüense Sergio Ramírez por Margarita, está linda la mar.
785 es el número de manuscritos recibidos este año y que marca un récord en la historia del premio.
20 son los países hispanohablantes donde se distribuye con mayor fuerza el libro y que visitan la mayoría de los ganadores durante la promoción.
400 millones son las personas que hablan español y que son el primer público objetivo.
22 es el total de idiomas a los que se han traducido las diferentes novelas en sus 14 ediciones.
Y 8 es la hora en la que Leopoldo Brizuela recibió la llamada telefónica con el anuncio del premio. “La misma hora en la que durante un año estuve escribiendo Una misma noche”.

miércoles, 23 de mayo de 2012

martes, 22 de mayo de 2012

CARICATURAS


GRAN BAZAR DE CANNES

I
65º FESTIVAL DE CANNES

Todo cabe en el gran bazar de Cannes

Los organizadores incluyen un anuncio de una marca de ropa dirigido por Polanski

El festival se abre a todo tipo de manifestaciones publicitarias



El hotel Carlton, convertido en escaparate promocional de superproducciones / Andreas Rentz (Getty Images )

El domingo, el cineasta danés Thomas Vinterberg, que concursa con The hunt, definía como “único” el festival de Cannes: “Es el único que aún defiende en su corazón el cine, aunque esté envuelto en todo el glamour que vemos”. Efectivamente, durante décadas Cannes ha sido también el centro del cine de autor, y secciones como la Quincena de Realizadores o la Semana de la Crítica nacieron cuando el certamen parecía derivar hacia líneas más comerciales. Pero la semilla siempre ha estado ahí, aunque los sótanos del Palacio de los Festivales alberguen el mercado de cine más grande del mundo, y La Croisette reviente a anuncios de miles de proyectos, películas en rodaje o filmes acabados.
Hasta ahora pareció que existían ciertos límites que no se traspasaban: en las proyecciones no hay anuncios, los ciclos no están patrocinados, y más allá del café gratis en la sala de prensa o de wi-fi à volonté gracias a multinacionales de esos productos, las marcas buscaban otros vericuetos para tener visibilidad relacionadas con el festival de cine más importante del planeta. Hasta ahora.
Anoche, en una proyección que se mantuvo en secreto hasta el último segundo, por primera vez se vio un anuncio en una gran pantalla en Cannes. Más que un anuncio, un cortometraje patrocinado. La firma italiana Prada —ropa y complementos de alta gama— le preguntó hace medio año a Roman Polanski si estaba con algún proyecto, si aceptaba rodar para ellos un cortometraje con total libertad creativa. El resultado son los tres minutos y 29 segundos de Una terapia, protagonizados por Ben Kingsley y Helena Bonham Carter, filmados en París en dos días en enero, y con cinco ganadores del Oscar en su equipo, además de la música del gran compositor Alexandre Desplat.

El propio director estuvo ayer en la sala para presenciar la proyección
El “cortometraje”, como oficialmente ha sido vendido en Cannes este anuncio publicitario, es 100% Polanski, pero Prada está claramente presente en pantalla. Cuando Bonham Carter, una paciente rica del psiquiatra Kingsley, llega a la consulta, se descalza para tumbarse en el diván y su zapato rueda hasta acabar su suela —y el logo de la marca impreso en él— pegada el objetivo. Por supuesto, el vestuario procede de la marca italiana, incluido un abrigo lila fundamental en la historia, y la película acaba con este lema impreso en blanco sobre fondo negro: Prada suits everyone (Prada siente bien a todo el mundo). El corto acompañaba la proyección de una copia restaurada de Tess, el drama de Polanski que forma parte del ciclo Cannes Classics, y que presentó el equipo artístico al completo. Y se vio en Cannes porque Thierry Frémaux, delegado general del certamen, le pidió a Polanski si tenía nuevo “material creativo” para estrenar. Y sí, lo tenía. Un anuncio. Pero a Frémaux le gustó y lo proyectó. Gol del departamento de márketing de la mencionada marca de ropa.
Puede que la crisis o los nuevos tiempos en la mercadotecnia hayan cambiando las mentes de los organizadores. Porque en el certamen ha habido más guiños a la publicidad… encubierta. Gucci está presente sibilinamente en varios rincones, incluidos los internáuticos de Twitter a través de cuentas asociadas al certamen. El viernes, también por primera vez en la historia, la sala de las ruedas de prensa oficiales albergó un acto que nada tenía que ver con el cine: la presentación de la cena-concierto que tenía como anfitriones a Sean Penn, Giorgio Armani, el cineasta Paul Haggis, la supermodelo Petra Nemcova y los dos cabezas visibles del certamen, Gilles Jacob y Thierry Frémaux. Esa noche recaudaron un millón de euros para la reconstrucción de Haití, y en esa rueda de prensa, Penn admitió muy de mala gana preguntas sobre cine. La cuestión ya es carne de debate en La Croisette. Hasta ahora, el certamen no se relacionaba con este tipo de eventos. Otro ejemplo llegó ese mismo viernes, con un concierto de Cindy Lauper patrocinado por un vodka para recaudar dinero para la Fundación Red que lucha contra el sida infantil en África.

Helena Bonham Carter y Ben Kingsley son los protagonistas
Otra cosa son las proyecciones de parte del metraje de películas aún sin finalizar. Eso se hace en el mercado, para los vendedores, y eso se hace a bombo y platillo para la prensa internacional, con promoción incluida de actores. En anteriores ediciones en Cannes ocurrió con World Trade Center o La amenaza fantasma. Ayer por la tarde, ante 50 periodistas de todo el mundo, Harvey Weinstein presentó los avances de The master, de Paul Thomas Anderson; The silver linings playbook, de David O. Russell, y, sobre todo, 10 vibrantes minutos de Django unchained, de Quentin Tarantino, al que aún le faltan tres semanas de rodaje, y que estará lista para estrenar en Navidades. El nuevo trabajo de Tarantino pertenece al género de ultraviolento western socarrón, en parecida línea a la revisión del cine bélico que facturó con Malditos bastardos. Christoph Waltz, como dentista cazarrecompensas, y Jamie Foxx, como el Django del título, un esclavo liberado con ansias de venganza, se zambullen, para rescatar a la esposa de Django, en el Misisipí más racista, en el que reina Leonardo DiCaprio. Al menos la proyección era en un salón del hotel Majestic... y la única publicidad, la de The Weinstein Company.